PARQUE SEMINARIO O DE LAS IGUANAS
Conocido también como Bolívar y hoy como de Las Iguanas, el parque Seminario -que debió ser siempre La Plaza Mayor- es de hecho el más antiguo y uno de los más tradicionales de Guayaquil.
Su historia se remonta a 1688, al preciso momento en que nuestra ciudad se asentó en las faldas de los cerros del Carmen y de Santa Ana, y levantaron la primera Iglesias Parroquial, posiblemente por el año de 1548 -a la que llamaremos pomposamente Matriz- “puesto que luego de enclavados la Cruz y el Pendón de Castilla y celebrado el primer Cabildo, la primera obra del conquistador, tras el repartimiento de solares era la de hacerle su Casa al Señor” (Modesto Chávez Franco.- Crónicas de Guayaquil Antiguo, p.25).
Frente a la pequeña iglesia -tal era la costumbre española- se dejó el espacio necesario para “La Plaza Mayor”, cuyo sitio debió ser el que ocupa la iglesia de Santo Domingo, y no pudo ser otro porque los esteros del río invadían entonces los sectores de lo que hoy es la Plaza Colón y la entrada a los túneles.
Los dominicos, que habían llegado en 1574, realizaron una encomiable labor pastoral y de cristianización entre los aborígenes, manteniendo además a los españoles por el camino del Señor.
En ese lugar se mantuvo la “Plaza Mayor” y la “Iglesia Matriz” hasta 1688, año en el que, ante la constante amenaza de incendios y piratas, los guayaquileños solicitaron al Presidente de la Audiencia-Lic. Lope Antonio de Munive- la respectiva autorización para trasladar la ciudad hacia el sur, al sector de Sabaneta, para construir en ese sitio una mejor trazada y más fortificada.
Fue por esto que el Regidor don Juan Pérez de Villamar viajó a España con la misión de obtener de la corona la respectiva Cédula para proceder al traslado de la ciudad.
Comprendiendo la gravedad de esta situación, las autoridades reales se apresuraron a extender el documento correspondiente, y en 1693, cuanto este llegó a Guayaquil el Cabildo procedió a organizar su traslado estableciendo primeramente -en el lugar destinado para el caso- un trazado de veinticinco manzanas perfectamente simétricas, de acuerdo a los trazados que contemplaban las Leyes de Indias para la construcción de ciudades en las colonias de ultramar.
El levantamiento de la nueva ciudad se inició a partir de 1692 con la demarcación de la Plaza de Armas y la construcción de la Iglesia Matriz -que estuvo terminada en 1695 en lugar en el que hoy se eleva majestuosa la Catedral de Guayaquil-. Ese mismo año se trasladó solemnemente el Santísimo Sacramento a la nueva Iglesia Matriz, y al año siguiente se trasladaron las Casas del Cabildo, y otras autoridades civiles, religiosas y militares, que estarían concluidas en 1699.
En el plano trazado por Minguet, publicado en la obra del padre Jacinto Morán de Butrón “Compendio Histórico de la Provincia, Partidos, Ciudades, Astilleros, Ríos, y Puerto de Guayaquil en las Costas de la Mar del Sur”, editada en Madrid en 1741, equivocadamente bajo la autoría a don Dionisio de Alcedo y Herrera, quien fuera vigésimo Presidente de la Real Audiencia de Quito.
Según Chávez Franco, la Plaza de Armas, cumplía las funciones de ser un espacio de convocatoria comunal en el que se leían las disposiciones de ley, y se hacían tanto los eventos patrióticos de carácter colectivo, como las ejecuciones y lecturas de bandos, tanto reales como del Cabildo.
Conocida desde siempre como Plaza de Armas, esta se mantuvo casi abandonada hasta los primeros años del siglo XIX, en que su remodelación fue impulsada por el primer obispo de Guayaquil, Ilmo. Francisco Javier de Garaycoa y Llaguno, para que esté a la altura del flamante edificio que nuestro prelado había hecho construir en homenaje a la erección del obispado en 1838 y gracias a lo cual la Iglesia Matriz se convertiría en Catedral.
En 1868 se construyó -con piedra caliza traída de San Eduardo- una inmensa estrella de ocho puntas que se dibujaba demarcando calzadas y camineras convergentes hacia el centro de la colonial Plaza de Armas; nacía entonces la Plaza de la Estrella.
Más de veinte años debieron transcurrir hasta la inauguración, el 24 de julio de 1889, de la estatua ecuestre del libertador Simón Bolívar; y muy pocos más para que en 1895 fuera totalmente remodelada, gracias a la donación, por parte de don Miguel Suárez Seminario y sus familias, de las rejas perimetrales, ornamentos, glorieta, laguna y faroles, y reinaugurado el 24 de julio del mismo año, como Parque Seminario, en agradecimiento a su donante.
Esta fue la razón para que, lamentablemente, la plaza pierda su nombre histórico y sea denominada Parque Seminario.
En efecto, la generosa donación de la familia Seminario dio origen a una sesión extraordinaria celebrada en el Consejo Cantonal -según consta en la pág. 268 de las Actas Municipales de ese año-, cuya resolución quedó determinada por el acuerdo del 6 de agosto de 1895 suscrito por el entonces Presidente del Consejo, Sr. Francisco García Avilés, dirigido al Sr. Rodrigo Arrarte, apoderado de los herederos de don Miguel S. Seminario, que en una de sus partes dice: “Puesta en consideración de la I. Municipalidad Cantonal que hago el honor de presidir, en sesión de 23 pasado, la alta y estimable comunicación de usted de fecha 22 del mismo, reducida a solicitarle que reconsidere la resolución por la cual se dio el nombre de “Parque Seminario” al que han formado en de Plaza de Bolívar de esta ciudad los señores herederos de don Miguel S. Seminario, a quienes usted representa, la I. Corporación acordó sostener la resolución antedicha, adoptada como un testimonio de gratitud que guarda por el señor Seminario y sus hijos”.
Si bien es cierto que el I. Municipio debía reconocer la nobleza y generosidad de quienes habían generado ese valioso donativo, no es menos cierto que en ese desmedido afán de homenajear al señor Seminario, tal como anteriormente se había hecho con Bolívar, dándole su nombre al parque, con estos reconocimientos se olvidó -lamentablemente- un momento trascendental de la historia guayaquileña, pues fue alrededor de la “Plaza Mayor” donde se reconstruyó Guayaquil a partir de 1692, y el verdadero y único nombre que le corresponde a ese parque es ese: “Plaza Mayor”.
A más del monumento al Libertador, el parque luce en su esquina sureste una bellísima escultura que representa a dos jabalíes peleando -donado por la colonia chilena radicada en Guayaquil-, cuya autoría pertenece al escultor francés Virgil Chaudejeaug; y hacia la puerta que da a la calle Clemente Ballén, una hermosa “Glorieta” octogonal, en la que en años pasados se realizaban actos culturales y las bandas de música de la ciudad ofrecían sus retretas en los días festivos.
El parque es conocido también como El Parque de las Iguanas, debido a que en él viven y son alimentados por el público gran número de estos milenarios reptiles.
Se encuentra situado frente a la Catedral, enmarcado entre las actuales calles Chile, 10 de Agosto, Chimborazo y Clemente Ballén; ocupando la gran Plaza de Armas del Guayaquil colonial, que ya existía desde 1693, cuando el cabildo se trasladó a Ciudad Nueva.
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